martes, 8 de marzo de 2011

Una amiga de mi Madre me envió por correo electrónico, un hermoso texto que quiero compartir.Justo estábamos hablando con mi Mujer de los datos, como la fecha de nacimento, que suelen incluirse en internet de manera libre y para el acceso de cualquiera negando todo tipo de privacidad en relación a esa información.


La negación de la edad

Alfredo Moffat Psicologo.- Terapista de Crisis.

La negación de la edad es una tontería. Yo tenía miedo a esta etapa que empieza después de los sesenta años. Ahora, que más o menos estoy instalado en ella (tengo setenta y tres años), me doy cuenta que se me ha simplificado la vida, y la mayor parte de las cosas que antes me preocupaban, ahora creo que son boludeces, pero quedó lo esencial: el amor, los hijos, la justicia social, la solidaridad (y también el dulce de leche y la crema chantilly…)

Esta edad no está tan mal, el tema de la muerte siempre angustia, pero yo creía que iba a ser peor. Es una tontería hacerse el pendejo, fíjense si tuviera que ir al gimnasio, sería todo un laburo y no podría gozar de esto de hacerme el filósofo. Cuando cumplí sesenta años hice una fiesta en la Escuela. Y dije: tengo dos caminos, o me convierto en un viejo sabio, o en un viejo pelotudo. Lo último me pareció aburrido. Cuando no asumís la edad, no gozás ni la una ni la otra.

El temor a la vejez hace que la ocultemos, que sea considerada como algo indigno, a ocultar en un geriátrico porque ya no servimos más.

Acá en la Argentina tenemos la cultura de Mirta Legrand, pobre Mirta, para conservar la juventud debe usar una máscara de cirugía y no está gozando de esa edad.

Cuando estuve en Estados Unidos había una actriz que había sido muy famosa, Bette Davis, que ya estaba muy viejita y tenía el rostro con las arrugas del tiempo. Era conductora y tenía un programa muy respetado, en el que podía decir cosas sabias, porque estaba cómoda en esa edad, era creíble.

También en Italia, estando en una plaza de Roma, pude ver que estaban todos los viejitos (los respetados nonos) jugando a las cartas y tomando Cinzano, con gran dignidad, y la gente iba a preguntarles cosas.

Pero en la Argentina, cuando llegás a esta etapa, te meten en un geriátrico y no aprovechan la historia, que es necesaria para construir el futuro.

En el Amazonas no hay jubilación de viejos. Yo fui hace muchos años, de aventurero, con mochila y bolsa de dormir, y ahí estaban los viejitos de la tribu mirando el río Xingú que desemboca en el Amazonas. Y pensé: "Ahí está la biblioteca nacional"... Uno sabía de partos, otro de canoas, otro de plantas medicinales, a ellos los cuidaban mucho, porque eran los transmisores de la sabiduría, no había transmisión escrita (se moría el de las canoas y tenían que cruzar nadando…) Tenían una dignidad como los que vi en la India. Allí, en el proceso de vida, se respetan todas las etapas.

En estos países de la cultura occidental, tecnológica, donde lo que no es nuevo hay que tirarlo, lo mismo se hace con los seres humanos, y eso es una tontería. En la cultura norteamericana todos tienen que ser jóvenes y lindos.

Hay una etapa de la vida en que uno es niño, otra en que es joven, otra donde es adulto y otra donde es viejo. Nosotros atravesamos las cuatro etapas de la vida, si negamos una, vamos a tener problemas. Si se nos niega la infancia vamos a perder la creatividad, si se nos reprimió la adolescencia, vamos a perder la rebeldía.
Lo importante es seguir creciendo, es como pasar por distintas estaciones. En cada una hay que bajarse y tomar el otro tren (son las crisis evolutivas). Algunos se bajan en una y ahí se quedan, no siguen en el viaje de la vida.

La concentración urbana genera la familia nuclear: papá, mamá y uno o dos hijos, donde es tan pequeño el espacio, que no cabe el abuelo, va al geriátrico, después tienen que mandar al nieto a la guardería, pero ¿quiénes son los mejores cuidadores para el nieto? el abuelo y la abuela. ¿Qué mejor maestra jardinera que un abuelo o una abuela? Ambos están fuera de la producción, fuera de la tensión necesaria para la lucha cotidiana, ambos están en el mundo de lo imaginario...


En Santiago del Estero el tata viejo es un personaje muy importante. Es el que sabe la historia de la familia, transmite la información, los agüelos cuidan al gurí, las dos puntas de la vida se complementan.

En nuestro país la vejez está desvalorizada, los viejos son marginados, el cambio social fue tan brusco que su experiencia habla de una Argentina que perdimos, si terminan en el geriátrico, los tratan como chicos, los retan y los humillan, se deprimen y aparecen todas las enfermedades que tienen que ver con las bajas defensas.
En cambio, en las sociedades más sanas, esta es una época muy rica, porque es la de la reflexión, que es parecida al juego y la creatividad, pero ya después de haber visto la película entera y haberla entendido.
La última etapa es lo que se llama la senectud, que a veces tiene un deterioro grave, neuronal, de las funciones mentales. De todas maneras, el final del proceso de la vida, que es la muerte, es un tema negado en nuestra cultura. El final, la agonía, a veces tiene características traumáticas, como algunos partos, al inicio. Los humanos somos todos de la tribu de los "Uterumbas", porque vamos del útero a la tumba.

Se puede estar en cualquier edad, incluso setenta, ochenta años, y el que tiene un proyecto se aleja de la muerte. Eso lo vi en Pichón anciano, él decía: “la muerte está tan lejos como grande sea la esperanza que construimos”, el tema es la construcción de la esperanza. ¿Cómo la podés construir?, si esa historia tiene sentido y se arroja adelante como esperanza.

Padres que no le tienen miedo a la muerte hacen hijos que no le tienen miedo a la vida. Alfredo Moffat - Psicólogo
“Terapia de Crisis. La emergencia psicológica”

lunes, 17 de enero de 2011

Aburrimiento sí, tedio no

En muchos de los inicios de clase y en otras fechas significativas del año, utilizo las reflexiones que cada semana nos aporta Sergio Sinay. Creo que es lo más rescatable de la Nación Revista. También es muy importante la columna semanal que realiza en el el programa Tercer tiempo(Radio América, sábados 16-18hs).Porque con ambas intervenciones nos permite pensar sobre diferentes temas de la realidad actual.
A continuación les dejo a modo de muestra, un ejemplo...

En www.lanacion.com.ar

Diálogos del alma

Aburrimiento sí, tedio no Por Sergio Sinay sergiosinay@gmail.com

Domingo 31 de agosto de 2008 | Publicado en edición impresa

Señor Sinay:
Me gustaría leer alguna reflexión sobre el tedio, que según un personaje del cuento Ligustros en flor, del inolvidable Juan José Saer, "es más temible que los supuestos peligros desconocidos que acechan al explorador del espacio". Leyendo este cuento con mis alumnos de la escuela secundaria, caímos en la cuenta de que este ¿sentimiento? muchas veces nos asalta. Analía Caciarelli

En su Diccionario del uso del español, pieza vital para la comprensión y el disfrute del idioma, la lexicógrafa zaragozana María Moliner (1900-1981) propone una subacepción de la palabra tedio: "Estado de ánimo que no encuentra interés en lo que lo rodea o en la vida en general". Creo que el aburrimiento y el tedio no son sinónimos aunque lo parezcan. El aburrimiento nos suele aquejar cuando, durante un lapso, no tenemos algo que hacer o cuando lo que hacemos se vuelve monótono y repetitivo. El tedio se origina en el vacío de una vida sin propósito, de un viaje existencial carente de brújula. Es lo que lleva a Meursault, protagonista de El extranjero (novela cumbre de Albert Camus y obra literaria y filosófica imprescindible) a matar a un hombre del que ignora todo y, simultáneamente, a no sentir nada ante la muerte de su propia madre. Cuando ya es tarde para él, Meursault comprende que quien ha vivido realmente, aunque fuera un solo día de su vida, podría vivir fácilmente cien años en la cárcel. Tendría suficientes recuerdos para no aburrirse.
Podríamos decir, en síntesis, que el tedio cae sobre quien hace de su vida apenas el cumplimiento de funciones vegetativas (respirar, comer, dormir, reproducirse, consumir, trabajar automáticamente y al día siguiente reiniciar el ciclo). Vivir y vegetar son términos opuestos. ¿Pero qué es, entonces, vivir? ¿Cómo se trasciende el tedio? ¿A través de la diversión? Divertirse parece ser una consigna obligatoria de la vida contemporánea: las personas, las cosas, los trabajos, las relaciones tienen que ser "divertidos". ¡Qué divertido!, decimos aun en situaciones de una patética vacuidad. Es una frase automática. Confundimos diversión con falta de esfuerzo, de compromiso, de consistencia, de profundidad. Es "divertido" lo que no nos obliga a pensar, a sentir, a trabajar por un vínculo, a examinar nuestra interioridad.
Cuando la vida, inevitablemente y a través de diferentes situaciones, nos pregunta qué pensamos hacer con ella, cuál será el sentido del que la preñaremos, cuáles serán nuestro compromiso y la responsabilidad que asumiremos ante el otro y ante el mundo, nos sentimos agobiados por el interrogante y nos sumimos en el tedio. El aburrimiento se anestesia con "diversión": basta con llenar cada segundo de nuestro reloj con una actividad o una persona. Aun así, aburrirse es parte de la vida, como enfermarse, como el dolor, como sufrir pérdidas, como golpearse y, en fin, como morir. No es una anomalía. Sólo se divierte de verdad (no compulsivamente) quien también acepta aburrirse. El aburrimiento es inevitable. El tedio no. El tedio es la consecuencia de una actitud existencial. El rabino y filósofo Harold Kushner dice, en Cuando nada te basta: "Pensamos que la culpa reside en lo que hacemos o en con quién lo hacemos y que el remedio consiste en cambiar de trabajo, de pareja, de barrio. En ocasiones es necesario un cambio, pero a menudo el problema está en nosotros, que, por miedo a sufrir, optamos por una vida de chatura emocional. Nos inyectamos una dosis de «novocaína espiritual» para sobrellevar las tormentas de la vida sin salir dañados, y después nos llama la atención sentirnos tan embotados".
Eso es el tedio. Meursault lo entendió tarde. Los alumnos de nuestra amiga Analía, y tantos otros, están a tiempo de hacer de su vida proyectos que vayan más allá del propio ombligo, que incluyan al otro, que mejoren el mundo. En sus Enseñanzas espirituales, Marco Aurelio, emperador de Roma desde 161 hasta 180 d.C. y filósofo estoico, advierte sobre "la necedad de malgastar la vida estando siempre ocupado pero sin un propósito hacia el cual enfocar los pensamientos y acciones". En el vacío de sentido es donde florece el tedio.

El autor responde cada domingo en esta página inquietudes y reflexiones sobre cuestiones relacionadas con nuestra manera de vivir, de vincularnos y de afrontar hoy los temas existenciales. Se solicita no exceder los 1000 caracteres.

martes, 11 de enero de 2011

Vacaciones

Desde el fin del año pasado (27/12/10) comienzó un período de descanso y reflexión sobre toda la tarea desempeñada. Es una buena época para recuperar fuerzas y ordenar mucho del material que queremos emplear en este nuevo ciclo lectivo.Además de hacer mucha de las tareas postergadas en casa...